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-En todo el show estuviste muy nervioso, Adam. ¿Qué ocurre?-preguntó Beatrice con aire preocupado. Los demás se habían ido a comprar palomitas en lo que la segunda mitad del show comenzaba.
-Perdí mi teléfono-le contestó, apretando los labios-y mis tíos me van a matar.
-Seguramente lo has dejado en la casa. Cálmate-le acarició las mejillas con ambas manos y poniéndose de puntillas, se impulsó hacia arriba para besarlo.

Adam sonrió sobre los femeninos labios de Beth y deslizó los brazos en su pequeña cintura.
Habían comenzado a besarse de nuevo cuando él sintió una sensación extraña en el cuello. Incluso se le llegó a erizar la piel y tuvo que apartarse un poco de la pelirroja.
-¿Sucede algo, Adam?-ella le preguntó juntando las cejas.
-No sé. Es que... -miró a todas partes y vio a las personas comprando y las risas de muchos niños pequeños como Allen-siento como si... como si alguien me estuviera observando. Lo sentí desde que salimos de la casa. Pero pensé que se debía a imaginaciones mías.

Beatrice enseguida se puso a observar también a las personas con los ojos estrechados. No vio a nadie sospechoso, solo familias y niños.
Pero de todas maneras afianzó su mano con la de él para tranquilizarlo.
-Vamos. Mejor entremos y adentro los esperamos-farfulló él, tirando de ella hacia el interior.

****

Muchas horas después, el sol amenazaba con salir, desesperado en el horizonte y dar los buenos días a todas las personas, menos a Adam, quién llevaba despierto toda la noche sin poder conciliar el sueño.
A pesar de que le preocupaba haber perdido el teléfono y la regañada de sus tíos, le temía más a sus ex colegas, y no porque le hicieran daño, ya que eran pésimos peleando a combate cuerpo a cuerpo, sino que había roto la promesa de entregarles la mercancía el día anterior y ahora que no hallaba su teléfono, se sentía muy ansioso.
Además, quien sea que se hubiese encontrado el móvil, leería los mensajes.
Esos pensamientos y mil más de ellos fueron los culpables de su insomnio.
Y comenzó a darle sueño cuando pasó un pájaro cantando por su ventana y notó la claridad breve del cielo.
Gruñó y trató de esconder su rostro bajo la almohada pero la desesperación era más fuerte que las ganas de dormir.
Así que mandó al carajo el sueño y se levantó a darse una ducha matutina.
Le dolía la base de la cabeza por el estrés y salió al baño con una toalla al hombro.
Al término de la ducha, volvió a su dormitorio a cambiarse. Se puso un pants color antimonio y una camiseta negra sin mangas, con el fin de salir a correr. Se calzó los tenis y se miró al espejo.
Buscó sus cintas que utilizaba en la cabeza y en las muñecas que eran color negras y se las puso. Revolvió sus cajones en busca de un pañuelo para el sudor y lo guardó en un bolsillo de su pants.
Únicamente se puso desodorante y se deslizó al pasillo.
Bajó a la cocina y llenó una botella de agua.
Necesitaba sacar las toxinas de su cuerpo a como diera lugar.
Y sin hacer otra cosa más, cogió la llave de la casa y salió a la calle.

Comenzó haciendo flexiones en la acera, frente a su casa, para calentar. Flexionó los músculos de sus brazos, piernas y abdomen. Quería estar lo suficientemente caliente para poder trotar y correr, y si lograba llegar sin cansarse, haría más ejecicios en un parque que estaba muy lejos de ahí que tenía un lugar especial para hacer ejecicio al aire libre. Y cuando se sintió listo, echó a correr en dirección a ese parque.
Corrió con los labios cerrados y su respiración solo se basó en sus fosas nasales. Correr con la boca abierta era uno de los errores más cometidos por las personas, ya que eso hacía que te rindieras más rápido. A pesar de sentir de nuevo la sensación en su cuello, le restó importancia. Le hubiera gusto ponerse los audífonos y escuchar música en su teléfono pero ya era caso perdido.
Continuó corriendo incluso cuando el sol salió completamente del horizonte y comenzó a sudar.
Saludó a un sinfín de personas que eran sus compañeros de caminatas y de ejercicios en el camino. Algunos llevaban a sus perros o si no solos como él.
Le faltó el aire poco después de haber corrido 40 minutos sin descanso.
Se sentó en la acera de una calle a recuperar el aliento. Se atrevió a abrir la boca para respirar y sintió la gloria.
Bebió un gran sorbo de agua y resopló.
La toalla en su bolsillo casi gritaba para ser utilizada. Así que la sacó y se limpió con ella.
Cerró los ojos unos segundos, deleitando la textura de esta y la frescura absoluta.
La radiación solar comenzó a incomodarlo y abrió los ojos con la intención de continuar.
La piel se le erizó y la sensación extraña se incrementó.
De un salto se puso de pie y miró a todos lados con la mandíbula apretada. Su cabello estaba adherido a cada lado de su rostro gracias al sudor.
Sin lugar a dudas alguien lo estaba acechando, podía sentirlo.
Miró alrededor una vez más; sin encontrar nada extraño cerca.
Y girando sobre sus talones, emprendió de nuevo la marcha pero chocó con una persona, tirándola al asfalto.
Sorpresivamente Adam ayudó a esa persona a levantarse tendiendole la mano y se quedó un tanto intimidado al darse cuenta que era un joven de ojos muy oscuros y piel "bronceada" con cabello entre color chocolate o negro.
El chico no aceptó su mano y se levantó por sí solo, sin despegarle la mirada de encima.
-Lo siento-se disculpó Adam, fingiendo desinterés y juntando las cejas. Y al juntarlas, una gota de sudor se deslizó dentro de su ojo y le ardió. Tuvo que sacar su toalla y secarse la cara.
Pero cuando volvió a mirar al muchacho, él ya no estaba.
Miró a todos lados y lo vio caminando a varios metros de distancia en dirección opuesta a la que Adam se hallaba.
Se le hizo muy extraño aquel sujeto. Pero no valía la pena preocuparse por él, por lo que se incorporó a su carrera y se olvidó un rato de su inquietud.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora