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Roma, Italia.

Sonya Di Lorenzo se hallaba tomando un Martini en un bar a altas horas de la madrugada en Roma, rodeada de sus compañeros de trabajo, celebrando el cumpleaños de su jefe. A ella le encantaba salir a alcoholizarse cada que podía, pero esa noche no fue la excepción.

Pidió dos Martini y un tequila para comenzar a calentarse.

Sus ojos mieles brillaban bajo las luces de colores de la pista de baile que estaba abarrotada de personas y amigos.

-Sonya, ¿por qué no vienes? Todos nos estamos divirtiendo—le dijo una de sus compañeras, tomándola del brazo, pero ella negó con la cabeza.

-Yo solo me dedicaré a beber en la barra—contestó, tragándose lo que quedaba de su tequila.

-A eso no vinimos. ¡Vamos a bailar, anda! —tiró de ella y Sonya soltó una carcajada, oponiéndose.

-Vine a divertirme. No me gusta bailar, pero si observar—se aferró a la barra y pidió otro tequila mientras bebía un sorbo de su Martini.

Su compañera se encogió de hombros y la dejó en paz.

Sonya la vio incorporarse de nuevo al grupo que bailaba en el centro, alrededor de su jefe.

A pesar de que a ella le gustaba salir de parranda, esa noche no se sentía del todo cómoda, porque su empleo dependía de su comportamiento.

Continuó bebiendo tequila tras tequila y al poco rato se quedó profundamente dormida sobre la barra, soñando en que alguien llegaba a rescatarla de aquella vida tan asquerosa que le había tocado vivir.

Despertó al día siguiente con un fuerte dolor de cabeza y se dio cuenta que no estaba en su departamento, sino en el de alguien más y se horrorizó.

Escrutó todo a su alrededor y dejó que la calma la tranquilizara. Se cercioró de que tenía su ropa y se levantó de la cama con torpeza. Se vio en el espejo, notando que estaba fatal. Su cabello estaba desaliñado, tenía bolsas oscuras debajo de sus ojos y los labios agrietados.

De pronto, la puerta de aquella habitación se abrió y volvió a respirar con tranquilidad. Era su amiga Anais. Ella la había rescatado.

-Es la última vez que te salvo el trasero, amiga—le espetó Anais, dándole una taza de café caliente y sentándose al borde de la cama—estuviste a punto de hacer el ridículo frente a tus compañeros de trabajo.

-¿Cómo supiste donde estaba? —quiso saber Sonya, dándole un sorbo al café, el cual estaba muy cargado.

-Me habías comentado que saldrías a celebrar el cumpleaños de tu jefe con tus colegas y se me antojó ir a bailar también—contestó su amiga, restándole importancia—pero no pensé que realmente iba a ser necesario rescatarte.

-¿Qué fue lo que pasó? No recuerdo nada—musitó Sonya, agarrándose la cabeza con una mano.

-Te encontré tumbada sobre la barra murmurando cosas en inglés—arribó Anais, pensativa—te hablé y me abrazaste con los ojos llorosos. Después corriste a la pista de baile y trataste de quitarte la ropa para bailarle a tu jefe.

Sonya entornó los ojos y tuvo nauseas.

-Dime que no lo hice, por favor—suplicó.

-Claro que no. Desde hace diez años he sido tu ángel guardián.

-Muchísimas gracias, amiga. En serio.

-No agradezcas—le sonrió, pero le agarró la mano—pero Sonya, ya ponte las pilas. Tienes que madurar, mujer. Ya tienes cuarenta años y es indispensable que busques la manera de encontrar a un hombre y formes una familia.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora