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Kevin logró llegar al auto, no sin antes tropezar con los cuerpos de aquellos dos hermanos a los que les había disparado primero y tuvo que arreglárselas para meter a Carla en el asiento del copiloto.
Estaba exhausto. Le dolía terriblemente el brazo y se sentía como un muñeco de trapo.
Casi a rastras rodeó el auto para deslizarse tras el volante y una mano se cernió alrededor de su tobillo, impidiendole subir.
Kevin movió su pierna completa para sacudirse la mano de uno de esos grandulones que seguía vivo y gruñó. Bajó la mirada y lo vio.
-¡Sueltame!-le gritó-no quiero matarte.
-¡No te dejaré marcharte después de lo que me hiciste!-masculló el sujeto, rehusandose a soltarlo a pesar de que estaba gravemente lastimado.
Kevin Black observó al joven con sus ojos grises fríos como el hielo y metió una mano al interior de su otra pierna que tenía libre y sacó una pistola. Dirigió la punta de esta directamente a la cabeza del sujeto, a la altura de la oreja sin ningún remordimiento.
-Te lo advertí-graznó y su dedo índice se precipitó hacia atrás, apretando el gatillo y destrozandole la cabeza en un segundo.

Y acto seguido, entró al auto con la respiración agitada. Sacó su teléfono del tablero y metió la pistola en su lugar. A su lado, Carla apenas y tenía los ojos abiertos. Los asientos estaban teñidos de la sangre de ambos.
Kevin, con la única fuerza que le quedaba en el brazo herido, se dio a la tarea de encender el auto y con el brazo sano, marcó el número de emergencia.
-Una ambulancia, por favor. Al Empire State. Hay hombres heridos.

Y colgó repentinamente. Apagó el teléfono y puso en marcha el auto.
-¿Qué haremos... con el teléfono de Adam?-preguntó Carla a media consciencia.
La mirada gris de Kevin se situó sobre el móvil de Adam y gruñendo, cogió una vez más la pistola del tablero y le disparó al aparato, partiendolo por la mitad.
-¿Qué teléfono?-le preguntó en un siseo. Tomó un suspiro y exhalando aire a través de los dientes, aceleró con agotamiento.

****

Adam volvió de su mañana de ejercicios muy cansado pero se sentía renovado. Las toxinas habían salido por sus poros y era como si su cuerpo hubiese eliminado varios kilos de encima, haciéndolo ligero.
Ya tenía mucho tiempo desde la última vez que fue al gimnasio y el orgullo volvió a él esa mañana al caer rendido a los pies del ejercicio otra vez.
Llegó trotando a la casa de sus tíos y entró hecho un asco. Moría de sed y de hambre.
-Saliste a correr y no me dijiste nada-le reprendió el tío Thomas, negando con la cabeza-pudimos ir juntos.
Eran las 10 am y solo él parecía estar despierto. Se hallaba sentado frente a la tv bebiendo una taza de café. La casa seguía en total silencio pese al ruido del programa.
-Eh, lo siento. No había nadie despierto-titubeó, yendo a la cocina con su toalla mojada de sudor.
Se bebió tres vasos de agua fresca hasta que le dolió el estómago.
Se quitó la playera de tajo y la depositó sobre su hombro al momento de regresar a la sala.
-Ven, hijo. Siéntate un rato conmigo-lo llamó su tío sin despegar la mirada de la pantalla.
Adam se sentó junto a él y se quedó pensativo, mirando a la pantalla sin ponerle atención.
Su mente estaba puesta en aquel chico extraño con el que había chocado mientras se ejercitaba. Recordó su mirada oscura muy llamativa y a la vez oscura. No tenía el típico brillo jovial que los jóvenes portaban, sino que parecían no tener vida. Y acordarse le provocó escalofríos. Y se preguntó por qué estaba pensando en él.
-Me gusta este lugar. Es muy tranquilo a todas horas del día-comentó su tío y Adam parpadeó, volviendo a la realidad donde no estaba aquel rostro de ese chico.
-Apenas hace unos años nos mudamos aquí-inquirió Adam con una sonrisa-vivíamos en casa de mi mamá.
Thomas dejó de beber el café y dejó la taza sobre la mesita del centro. Se acomodó en diagonal y observó a su sobrino con melancolía.
-¿Por qué no continuaron ahí?-quiso saber. La mirada verde esmeralda de su tío lo hizo sentir acojonado.
-A tía Caroline no le agradaba. Decía que le traía muchos recuerdos; así que tío Gabbe ahorró dinero y por fin compró esta casa.
-Ya veo. ¿Y son felices ahora?-lo interrogó con una sonrisa dulce-es decir, ¿eres feliz?
-¿Por qué no habría de estarlo?-replicó Adam, suspirando y mirando a otra parte-tengo una familia que me ama, tengo a mi padre y a una hermosa novia. ¿Qué más puedo pedir?
-El amor de una madre, tal vez.

La respuesta de su tío le erizó la piel y no volteó a verlo. Miró detenidamente a su regazo sabiendo que él tenía razón.
-No vale la pena hablar de eso, tío Thomas. Estoy bien sin ella. El destino me la quitó porque así tenía que ser.

Apretó la mandíbula y se vio forzado a sonreirle a su tío.
-Voy a descansar un rato. Estoy exhausto-se disculpó y subió las escaleras.

Horas después, el bullicioso sonido de la casa con todos los miembros de ella, lo despertó luego de una grandiosa siesta de dos horas.
Se había dormido sin playera y únicamente con el pants. Ya no estaba sudado pero tampoco del todo fresco.
-¿Todavía dormido?-le preguntó Beatrice, entrando a su dormitorio con el cabello húmedo de la ducha. Se sentó a los pies de la cama y le acarició su perfecta espalda.
-Fui a correr cuando apenas amanecía-contestó él con la voz apagada, debido a la almohada-y estoy muerto.
-Ay que exagerado-bufó ella con una risilla.
Entonces él gruñó y dándose la vuelta con agilidad, la agarró de los hombros y la recostó debajo de él, sometiendola.
A ella le brillaron sus ojos verdes tras sentir el cuerpo de Adam sobre el suyo.
-Amo tu malditos ojos-rugió el chico antes de devorarle a besos los labios y parte de su cuello.
-Y yo amo los tuyos-murmuró ella a mitad del beso.

La cama comenzó a vibrar sin previo aviso, y a continuación la canción "How Soon Is Now?" de The Smiths surgió por debajo de ambos.
-Es mi teléfono-anunció Beatrice y se sentaron como Dios manda en la cama. Miró la pantalla y frunció el ceño-es el teléfono de mi casa. Debe ser mi papá, probablemente haya regresado.
-Entonces contesta, amor. De mientras me doy otro baño-añadió Adam, levantándose de la cama y agarrando de nuevo la toalla semi húmeda que había dejado sobre la silla de su escritorio.
Beth lo observó salir y deslizó su dedo en la pantalla del teléfono.
-¿Diga?-contestó.
-Hola, hermanita. Me parece que te has olvidado de mí.

El corazón de Beatrice dio un vuelco y cerró los ojos para tranquilizarse.
-¿Qué haces llamandome desde la casa? Tú debes estar en prisión-balbuceó, se había puesto pálida como la nieve.
-Uno que es meramente estupendo sabe como salir de ese lugar del infierno-carraspeó y soltó una carcajada sin humor.
-¿Qué quieres?-lo confrontó, molesta.
-¿No te alegra saber que estoy libre?-le preguntó con ironía.
-No.
-Pues me da igual. Yo estoy feliz de estar libre y por eso te llamé.
-Set, seamos sinceros-masculló la pelirroja con desdén-me has llamado porque necesitas algo, y no porque me extrañes o quieras saludarme. Apuesto que ya habías escapado de la cárcel desde hace mucho.
-Eres brillante-la elogió-tienes razón en todo. Necesito que hagas algo por mí, hermanita.
-No te haré ningún favorcito. Estoy mejor sin ti. Así que busca que hacer tú solo en Berlín porque ya no contarás conmigo.
-¿Crees que no sé dónde estás?
-No conoces la casa de los McCall-agregó Beatrice con orgullo-y ni se te ocurra rastrearme.
-Keren me dio la dirección hace mucho tiempo y si voy a Nueva York será por ella, no por ti.
-Bien, entonces déjame de molestar-se dispuso a colgarle pero la voz de su hermano surgió una vez más.
-Quiero que hagas exactamente lo que yo te diga-le ordenó.
-¿Por qué piensas que voy a obedecerte? Vete al infierno.
-Porque no querrás que cuando llegue a Nueva York, al primero que asesine sea a él, ¿verdad? A tu novecito Adam.
-Él sabe defenderse y tú ya sabes de lo que hablo-le recordó.
-Sabe pelear-admitió su hermano con frialdad-pero no estaré solo esta vez. Así que más te vale obedecerme.
-¿Con quién estás, Set?-quiso saber, temerosa.
-Pronto lo sabrás. Ahora anota lo siguiente en una hoja.

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Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora