-¿Sabes llegar de aquí a la casa, verdad?-preguntó Adam a Beth cuando estaban a dos calles de distancia.
La pelirroja volteó a verlo con el ceño fruncido y le apretó la mano.
-¿Piensas ir a alguna parte? Ya son casi las ocho.
-Corazón mío, voy a ir a ver a mis amigos-explicó él con incertidumbre-y no quiero que vengas conmigo. La primera y única vez que estuviste con ellos fue una mala pasada, ¿lo olvidas?
-¿Por qué vas a ir a verlos?
-Quieren algo que yo tengo-le recordó, mirando a todas partes.
-Apenas acabamos de regresar, ¿por qué la prisa?
-Yo quedé con ellos desde antes de volver. Antes de las nueve tengo que verlos, corazón. Y no quiero que por romper la promesa de ir, se les ocurra venir y armar un escándalo.Beatrice tembló levemente, recordando a aquellos chicos de cara desagradable y se encogió, aferrada a la fuerte mano de Adam.
Entonces él le alzó el rostro con los dedos en su barbilla y posó sus labios sobre los suyos con lentitud. Le dio un leve mordisco en el labio inferior y le pasó la lengua en el mismo lugar, dejándola absorta e hipnotizada.
Beatrice, que había cerrado los ojos, al abrirlos, se encontró con sus ojos mieles sonriendole.
-Tu seguridad y bienestar está primero, corazón-le pasó el dedo índice por el contorno de su mandíbula hasta detenerse en su barbilla.
-Temo por ti. No quiero que te lastimen.
-Yo soy el que les patea el trasero, amor. No te preocupes por mí-le acarició la mejilla derecha y ella suspiró-ahora ve a casa. Y diles que Hunter me habló por teléfono y tuve que ir a verlo.
-¿A qué hora vuelves?
-Si me voy ahora, regresaré antes de las nueve y media.Adam se despidió de su novia con un beso apasionado y lento, pero a la vez salvaje; de esos que te dejan con ganas de más. Sin embargo, él la besó de esa manera para que lo dejara ir, dejándola desarmada y sin ningún tipo de coherencia que utilizara en su contra.
Le depositó un último beso en la frente y echó a correr en dirección opuesta a la que ella se hallaba.
Corrió lo más rápido que pudo para que Beth no le diera alcance si en caso se dignase a seguirlo, pero no lo hizo.
Detuvo un taxi y sin miramientos, le ordenó ir a la casa de Mitchell.
Hunter le había enviado un mensaje cuando recién aterrizó el avión, diciéndole que Vince y los demás estaban ansiosos de verlo, puesto que anhelaban tener en sus manos la mercancía que le habían obligado a guardar.
De ninguna manera iba a tolerar que ellos hicieran acto de presencia en su casa sin su consentimiento, por lo que optó en ir a buscarlos sin previo aviso.
Bastante había tenido que lidiar como para que esos idiotas llegaran a ocasionar más problemas. Su padre había corrido con suerte al no ser descubierto en el aeropuerto con su identificación falsa y no iba a dejar que su vida-la que poco a poco estaba tomando sentido por primera vez-se viniera abajo.
En todo el trayecto se la pasó viendo por la ventana con la mirada iracunda y las mandíbulas apretadas.
Revisó su teléfono un par de veces solo para calmar su nerviosismo, ya que la batería del mismo estaba agotada desde hacía varias horas.
Cuando por fin llegó a su destino, le pagó al taxista con lo último de dinero que le quedaba y resopló.
Se dirigió directamente al porche y no percibió ningún coche ni motocicleta aparcado cerca de la casa.
Todo estaba oscuro y únicamente una tenue luz alumbraba el interior de la vivienda, dándole un toque más siniestro y desdeñable.
Se quedó de pie justamente en el porche y llamó a la puerta.
Nada.
Ninguna respuesta.
Silencio absoluto.
Maldijo entre dientes y continuó aporreando la puerta con necedad.
De pronto, sintió unas manos cernirse en sus hombros y como instinto de ataque, giró sobre sus talones y cogió a ese individuo del brazo y tiró de él hacia adelante, tirandolo en el sucio suelo. Luego lo sometió de las muñecas y le propinó una patada en la espalda.
-¡Amigo, soy yo, Mitchell!-jadeó su amigo debajo de él.Sorpresivamente, Adam no se apartó, sino que incrementó la fuerza con la que lo tenía sometido y gruñó.
-Tú y yo ya no somos amigos-vociferó, sin soltarlo-quiero salirme del grupo. Ya no quiero más problemas en mi vida.
-¿Es necesario que me tengas así mientras hablamos?-esperó Mitchell con mal humor.
Adam lo soltó con brusquedad y se apartó de él con asco. Se alisó las arrugas del pantalón y se cruzó de brazos.
-No puedes renunciar al grupo, Adam. Eres el líder en todo esto-se sacudió la camisa con desdén y abrió la puerta de su casa. Adam notó que ya no tenía arresto domiciliario, ya que su tobillo estaba libre de aquella cinta que emitía luz.
-No te estoy pidiendo permiso para salirme, Mitchell. Te estoy avisando que me saldré, además, mañana voy a traer esa asquerosa mercancía hasta acá y me voy a limpiar las manos. Ya no quiero seguir involucrado-masculló, sin ganas de querer entrar.
-¿Es por esa chica de intercambio?-los ojos de Mitchell destellaron demencia y después sonrió, recargandose en el umbral de la puerta.
-Sea el motivo que fuere, continuar esta pendejada es algo absurdo. La próxima vez te enviarán a prisión y no a tu casa.
-Mi arresto domiciliario fue una basura, me quitaron el dispositivo luego de que te fuiste. Me porté bien y una tía solterona que vino de visita, pagó una buena cantidad al juzgado y fui liberado.
-Vaya manera de explotar a las personas-observó Adam con repugnancia-merecias pagar las consecuencias de tus actos.
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Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)
Mystery / ThrillerHa pasado 20 años desde la última vez que Egon Peitz, el peor asesino serial del mundo vio a sus hijos, un par de gemelos preciosos que procreó con su amor de toda la vida; Shelby Cash, quién fue asesinada frente a sus ojos. Ha pasado tanto tiempo...