Los niños estaban ansiosos por empezar la búsqueda de los huevos de pascua escondidos en el hermoso jardín. Pegados a las piernas de sus madres, se movían como trompos, tan inquietos que estas les cuchicheaban al oído amenazas. Pero acostumbrados a esas palabras que nunca se cumplían, seguían insistiendo en que los dejaran salir en busca del preciado tesoro ovoide. La anfitriona pescueceaba hacia el jardín esperando la aprobación de su esposo cuando todo estuviera listo. Pero nadie contó con que el más inquieto de los buscadores se apoderaría del tesoro y no permitiría compartirlo con los pequeños invitados.
