RASCUACHE

1 1 0
                                    

El muy...
Ni se animaba aquí ni encontraba otro lugar.
Me sacó de la cama a las cuatro de la mañana.
Ese gemido insistente que se mete en el oído y retumba en tu cerebro impidiéndote hacerte el dormido para que cese, le funcionó.
Ahí estaba yo, todo aterido, esperando como quien espera el nacimiento del quinto hijo, con la vista puesta en el trasero del pulgoso.
Estoy a punto de jalonearlo, cuando hace la pose y sin esfuerzo se deja llevar.
No es él, soy yo el que respira aliviado.
Recojo su gracia y me lo llevo corriendo.
La cama aún me debe dos horas de sueño.

MicroReflejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora