Las escaleras en forma de caracol daban la impresión de ascender infinitamente.
En cada rellano se detenía para recobrar el aliento.
Desconocía el piso del apartamento que buscaba.
Cada puerta le indicaba que aún quedaba un tramo más por subir.
Cuando ya había perdido la cuenta de los escalones, encontró la puerta con el nombre de la persona que buscaba.
Iba a llamar al timbre cuando de súbito esta se abrió.
La persona se hizo a un lado y ella entró.
El hombre sentado frente a la chimenea la sorprendió.
Lo reconoció.
Su esposo seguía vivo. Y tenía mucho que aclararle.