IMPRENTA
Queríamos apoyar a la imprenta del barrio pero debíamos pedir mínimo quinientas tarjetas cada uno.
Estábamos empezando nuestro negocio pero conscientes de que las tarjetas de presentación eran vitales, imprimir ese número era de locos. Ni siquiera sabíamos si nos iría bien, si sobreviviríamos a la recesión coyuntural.
Tampoco negociamos el precio, entendíamos que la imprenta también estaba pasando su mal trago.
Entonces, mi hijo, apenas un adolescente, me dice: papá, ¿por qué no hacen una para todos?
Nos miramos unos a otros abochornados de la sencilla solución. Si todos teníamos nuestro negocio en el mismo edificio...¡era obvio!