Chepe estaba muy ilusionado de volver. Después de tantos meses, estaba listo desde muy temprano esperando a su hermano mayor para salir rumbo a la escuela, a la que calculaban llegar en 45 minutos, si tomaban el atajo que ahora era transitable con sus crocs recogidos en un basurero, pero que con calcetines medio enteros, servirían para el resto del año.
Llegaron con hambre a tiempo para el desayuno, pero su ilusión se convirtió en tristeza cuando, no solo encontraron cerrada la escuela, sino también, que el desayuno estaba suspendido hasta nuevo aviso, decía la nota en la puerta.