El sacerdote está en el púlpito con la prédica cuando mi madre me da un codazo para despertarme. La voz del cura me tenía en una sedosa ensoñación. Pero recuerdo lo que acabo de escuchar. Le susurro a mi madre que estaba poniendo atención y que los ojos cerrados es para concentrarme mejor. Entonces le digo que el cura cometió un error. Ella me ve espantada. La tranquilizo aclarándole: "Ha dicho que Dios deja su rebaño si se pierden cien ovejas". Mi madre me mira y se echa la carcajada. Todos la voltean a ver, hasta el cura, que en ese momento se da cuenta de su metedura de pata.