Vientos huracanados desestabilizan la nave, y la tripulación asida de las cuerdas, lucha contra la furia del mar que los lanza fuera de borda, ya por babor, ya por estribor, sin piedad.
Arrepentidos de haberse embarcado en busca de los tesoros de las Indias, muchos se hincan implorando a Poseidón que salve sus vidas, ofreciéndole los tesoros que aún no tienen -moros, al fin.
El Capitan Fernández vocifera órdenes desde popa que nadie oye.
Los mástiles con las velas replegadas parecen hilos colgados del cielo, sin fuerzas para quedar en pie, mientras el mar sigue mordiendo al galeón hasta tragárselo