Cuando les ofrecieron trasladarlos a una vivienda formal y en un mejor sector, creyeron que por fin sus sueños se realizarían. Todos eran propietarios del escaso espacio que habitaban, del menaje, y algunos, hasta tenían bicicletas y motos propias. Ante la paradisíaca propuesta, aceptaron trasladarse a viviendas temporales, amontonados y sin agua y luz, por la promesa del gobierno de que les darían un hogar digno en pocos meses. Meses que se transformaron en años y años que se llevaron sus sueños, transformándolos en pesadillas.
Refundidos quedaron, mientras miran día a día el cascaron del que pudo ser su flamante hogar.(Torre David, Caracas)