Cuando entraron, las pisadas rebotaron en las paredes altas, blancas y vacías.
Un timbre se escuchó en la lejanía.
Su llegada había alertado a alguien. Habían perdido el factor sorpresa.
Desenfundaron sus armas y se dispersaron en el recinto, caminando sigilosamente.
Descubrieron manchas de sangre que iban en varias direcciones. Se separaron siguiéndolas.
Los gritos desgarradores vinieron de arriba. Todos ellos subieron en estampida, sabían que el tiempo lo era todo. Derribaron puerta tras puerta pero no la encontraron.
En la última habitación estaba la niña. Pero fue tarde.
Sus gritos seguirían retumbando en los oídos de todos ellos.