El local rebosaba. La música nos movía a todos con ritmo.
El partido ardía con un empate en minutos extra.
Todos gritaban al televisor, al árbitro, al portero, a la afición...
El bartender tomó mi orden.
Había sido una mala idea invitarla en esta ocasión. Pero bueno, igual no sabría de qué hablar con una chica tan intelectual.
Con una mano alzada agarraba los dos tarros, con la otra me abría paso.
Cerca de mi mesa, alguien palmeó mi espalda. Tropecé con unas piernas estiradas que me lanzaron hacia adelante.
Cerré los ojos.
No quería verla bañada en cerveza