En la víspera de la cena Navideña, cuando todo parece mágico y celestial, cuando los miembros de la familia se saludan y exudan armonía; cuando pueden conversar de casi cualquier cosa, incluso, reír de lo mismo; cuando están dispuestos a compartir la mesa, la compañía y los escándalos ajenos; cuando hasta las deudas entre ellos parecen perdonadas y olvidadas, el patriarca de la familia hace acto de presencia.
Nadie esperaba que se uniera.
El mutis desciende y, como si fuera un monarca, todos bajan la cabeza.
No como saludo, más bien abochornados.
La orden de captura internacional es ya pública