Pete llegó un día a nuestra Institución vio lo que los niños hacían, entró y se puso a pintar.
Hablaba poco pero sus acuarelas eran luminosas.
Hasta el último día.
Él y yo hicimos buenas migas. Pero rechazaba tajantemente a los demás adultos, en especial si eran hombres.
Aquí, tenemos de todas edades, pero Pete era muy chico y presentí que lo habían abandonado.
Un día, un hombre lo reclamó como su hijo y se lo llevó.
Encontré bajo su almohada su última acuarela: Un hombre que arrastraba a un niño como un muñeco de trapo.
Ya no pude rescatarlo.