ARRALADO

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En el callejón oscuro pude caminar sin tropezarme a pesar de la borrachera. Lo conozco como la palma de... bueno, soy asiduo del pasaje en estas condiciones, y ¿qué? No me juzguen, mejor les cuento qué me pasó.
Sabía cuántos pasos a diestra y a siniestra, no había quite. Fui esquivando los obstáculos habituales, pero no contaba con que el gato se había quedado fuera.  Él iba con sigilo por la cornisa de regreso a nuestra casa.
Cuando yo iba a abrir la puerta, saltó y cayó en mi hombro.
De más está contarles el arralón que sufrí y el bochorno ante todo el vecindario.

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