Aunque eras un indescriptible amasijo, verte por primera vez fue conocer una felicidad sin final.
Eras el regalo de una batalla sin más armas que el amor con que batallábamos.
Cada día era un día menos para abrazarte, amarte, cuidarte.
Cada día era una batalla contra la espera, la ansiedad, la curiosidad.
Vi tus ojos y sentí que me mirabas.
Chupabas tu pulgar con inquietud, ¿acaso temías algo?
Vi tus ojos y sentí que me hablaban, ¿acaso presentías algo?
La ultima vez que te vi ya no me viste.
Tus ojos estaban cerrados.
Tú habías volado.