Cuando la maestra llamó al frente al niño nuevo, su intención era ayudarlo a incorporarse al grupo, ya que había iniciado tarde al ciclo escolar. Al verlo caminar con la cabeza agachada y con resistencia, se preguntó si sería mejor no forzarlo. Pero lo dejó. El niño agarró el yeso y se quedó frente al bloque verde donde se suponía que debía escribir su nombre y contar algo de sí mismo. La mano le temblaba y el yeso se quebró al primer intento. Cuando por fin trató de nuevo, no escribió, sino que dibujó una figura detrás de unas rejas.