OCTUBRE

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Palpo con los ojos cerrados debajo la cama.
Agarro el zapato que lanzo hacia el despertador sobre la repisa.
No atino.
Pruebo con el cojín.
Pero el despertador sigue su estridente canto mañanero.
Me estiro y cojo el libro de la mesa que siguen la ruta de los anteriores; mismo resultado.
Resignada, me levanto como sonámbula y camino hacia la repisa.
Busco el despertador con las manos y no lo encuentro. 
Abro los ojos.
Mi hermano, tiene el despertador en la mano y me dice: hoy 6, no trabajamos.
Hoy 5, le digo.
Duda.
Entonces, sale trastabillando, maldiciendo su confusión

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