Es su latido lo que percibe mientras se adentra en la espesura del bosque en busca de leña. Con cada paso, la bruma que le acompaña desde el amanecer se escurre entre sus piernas, juguetea entre los macizos troncos incólumes que le saludan con respeto. Respeto que es mutuo. El frío cala, mas su frente está perlada de sudor. El ánimo ha menguando con el paso del tiempo y el clima se recrudece cada año. Aún así, la vida dentro del bosque le infunde fuerza para no claudicar en su intento de sobrevivir a un invierno más, a una Navidad más