GUILLOTINA

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Desde muy temprano, en las calles frías y sucias resonaban las pisadas de la muchedumbre que se dirigía a la plaza para conocer el nuevo método de ajusticiamiento.
Apiñados, murmuraban que Pelletier merecía el descuartizamiento.
Otros votaban por la hoguera.
Se hizo el silencio cuando el ruido de ruedas arrastrando un enorme artefacto se abría paso en la plaza.
Se detuvo.
Se descubrió.
El aliento se contuvo.
Se oyó la carreta que traía al reo que pasó entre el gentío.
Hasta él tenía los ojos desorbitados ante su verdugo.
Manso se dejó colocar.
La cabeza rodó y la multitud vociferó.

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