El silencio de la noche se quebró con el aullido de la loba.
El animal deambulaba en la cima del cerro como fiera enjaulada.
Su cría había desaparecido y en el aire olisqueaba el peligro inminente.
La manada dispersa buscaba al cachorro que la oscuridad había engullido.
Las trampas del hombre que acechaban a la fauna habían provocando el éxodo.
Otro aullido se abrió camino, rebotando de uno en uno por la cadena lobuna.
Pero fue el retumbo del disparo el que ahuyentó todo intento de encontrar al lobezno.
La loba supo que su cría no iba a volver.