En cuanto recibió el puñetazo supo que había metido la pata de nuevo.
Muchas veces, de niño, explotaba sin motivo alguno, pero siempre su padre lo justificó diciéndole que tenía carácter.
Ahora entendía a lo que se refería. Aunque su padre no acertara en sus conclusiones.
El doctor le dijo que los puntos sanarían pronto. Lo importante es que no muevas la mandíbula, recalcó. Una gran lección para un bravucón que se había pasado de listo con la novia de su colega.
Era la segunda vez que el médico le intervenía.
La tercera sería para coserle los labios, se prometió.