El disparo de salida pone a los corredores en su salsa.
Van parejos, con ritmo, como en un performance ensayado.
Cada uno imantado por la pasión al deporte por el que compiten.
Sus cuerpos empiezan a brillar de sudor, los rayos del sol los hace resplandecer sobre la pista.
La gente en las gradas los vitorea, animándolos, exhortándolos.
Con la vista, siguen el trote de sus pisadas que emiten un susurro que solo los corredores escuchan,
sordos a la algarabía del rededor.
De ese susurro se aferran, como latidos de un corazón que palpita hacia la meta soñada.