Entró por la ventana rota y se desgarró. La sangre manó como la fuente natural de una montaña.
Solo buscaba al cura para que aliviara el dolor de la cicatriz que no sanaba. Y entre santos no lo encontró.Debía detener la hemorragia que se apreciaba seria. No sería fácil encontrar algo entre aquella miseria. Halló un trapo que olía a gasolina o, ¿sería a parafina? No lo diferenciaba en aquella situación. Sintió vértigo y perdió la razón.
Cuando recuperó la consciencia, se vio en el paraíso, algo le obligó cambiar esa percepción. Aún sentía dolor en el corazón.