Después del impacto por la noticia vino la desconfianza.
No creíamos que hubiese sucedido como lo contaban los medios.
Él, que siempre iba demasiado bien resguardado había caído en una burda emboscada.
No, no podíamos tragarnos ese cuento.
Y, sin embargo, ahí estábamos todos parados frente al féretro herméticamente cerrado, porque su exposición era un afrenta al dolor de su familia. Sí, cómo no.
Nos miramos de reojo y salimos.
Bajo el árbol, nos preguntamos cómo recobrar nuestra parte.
Sabíamos que alguien la tenía pero, ¿quién?
Decidimos enviar un mensaje contundente. Fabricamos la lápida con la inscripción: "¿Dónde está el dinero?...