Chocolate

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Guardado entre la ropa encuentro el chocolate negro Amedei que tanto le gustaba a mi padre y que, por salud, había dejado de comer. Además, los envoltorios de kitkat que tanto degustábamos toda la familia y que, por solidaridad a él, ya no teníamos en casa para no ponerle tentaciones.
Entre los papeles de su estudio, al fondo de todo lo "importante", encuentro una caja de chocolates Lindt a medio terminar.
Me caen las lágrimas y sonrío al constatar que mi padre no se privó de sus majares preferidos aunque nosotros sí.
Disfrutó la vida a pesar de su enfermedad.

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