Al ritmo de Om me encontraba en el claro de la montaña, rodeado de espíritus como yo, enraizados a las hebras de los árboles bajo nosotros. El vaivén de nuestros cuerpos sincronizados entrelazaban nuestros pensamientos, creando un aura que nos protegía de la negatividad del universo.
La respiración era pausada e imperceptible.
Estábamos llegando al clímax, gravitar era el siguiente paso.
Con los ojos cerrados y la mente en blanco, los veía desde las alturas, tan lejos que me sobrevino el vomitó... ups!, pensé, tirándome hacia un lado.
Esto no es parte de la purga espiritual que me habían ofrecido