El cometido funcionó, pensó el fotógrafo.
El soldado Jiménez llegó a tiempo al último tren a la frontera. Los Servicios Secretos estarían satisfechos. Ruth había logrado que estuviera a la hora. El beso fue su recompensa. Ahora, solo debían esperar que el plan funcionase. El descarrilamiento sería sobre el puente.
Vaya si es suertudo ese bellaco, pensó uno de los soldado al verlos besarse.
Él, en cambio, fue de su madre el último beso y su padre solo estrechó su mano con un escueto "buena suerte, hijo".
Embelesados unos y nostálgicos otros los observaban.
Nadie sospechaba cómo terminaría ese viaje.