Es grande y luce maciza.
Le calculo muchos años o siglos.
Probablemente es de álamo.
Las vetas le dan una singularidad ancestral, como de sabiduría, como si todo el que la ha traspasado ha sido merecedor de ello.
Emana una luz radiante que parece inherente a ella.
Aunque las nubes están espesas y grises y el día podría parecer triste, estar frente a ella me hace sentir feliz, especial, digno, y, a la vez, insignificante.
Vuelvo a la vista y veo a mi familia llorar por mí y ruego, porque de alguna forma, sepan que estoy bien.