El edificio derruido por los años y la falta de mantenimiento parecía un esqueleto macabro.
Sin electricidad, las velas consumidas por doquier contribuían a electrizar el ambiente.
Sumados nuestros miedos, un cóctel sin igual.
Nos aventuramos a entrar hacia la media noche.
Nada como un latigazo de adrenalina tenebrosa.
En fila india, entre la suciedad y ripio, lo único que escuchábamos eran nuestros latidos galopantes en contraste con el débil haz de las linternas.
Algo cayó frente a nosotros produciendo un ruido infernal.
Espantados alumbramos la escoba frente a nosotros, que no había volado pero que hizo volar nuestra imaginación