¡Michelangelo! gritó la madre.
Siempre lo buscaba por todas partes, aunque sabía que estaría haciendo algún dibujo o tallando alguna figura excéntrica, doña Francesca* le gustaba saber dónde se encontraba su precoz hijo.
Ya le había llegado el rumor de que los Doménicos querían llevárselo del hogar para que aprendiera y perfeccionara sus habilidades, pero ella quería que su hijo disfrutara más de la vida sencilla en familia.
Lo vio venir blandiendo una hoja que puso frente a sus ojo.
Era un hombre dibujado en tinta.
Doña Francesca pensó que bien podría ser don Ludovico* sentado en su habitual sillón.*Padres de Miguel Ángel Bounarroti