XXI

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Dulces tardes de verano

tumbados bajo los pinos,

mi corazón en tu mano

recordaba mil caminos,

las mil y un sendas tortuosas,

las espinas de las rosas,

esas mujeres hermosas

que poblaron mis baldosas.

En sus brazos aprendí

que no todo es el deseo,

¡ qué pequeño me sentí

en mil tardes de recreo,

entrelazado a un cuerpo

que no me aportaba nada,

entrelazado a un cuerpo

que era mi pasión callada!.

Y cuando nada esperaba

surgiste tú con tu luz,

y mi corazón cantaba

echando fuera su cruz.

Contigo aprendí por fin

que el amor es compromiso,

que es más que un simple cojín

que se toma sin permiso.

Cuando se ama de verdad

el dolor es de los dos,

el otro no tiene edad

y no hay sitio para el yo.

Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora