XXXIII

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Viejas palabras gastadas

por el uso, la costumbre,

eso son quejas de amor

al arrimo de la lumbre,

ni tú sabes la verdad,

ni nadie te la descubre,

son tus celos de mujer

los que en este mal me sumen.

¿Qué promesa bastaría

para calmar lo que sufre

tu corazón dolorido,

por esas oscuras nubes?.

Si tu supieras, mujer,

que en las más remotas cumbres,

en los lejanos desiertos,

tu pensamiento me aturde.

Es tan grande el sentimiento

que cualquier obstáculo hunde,

te miro como se mira

a los presentes más dulces.

¿Cómo dudarás de mí,

si por mi pecho reluce

la alegría de tenerte

con una fuerza que bulle?.

¿Creerás antes a otras gentes

que tu contacto rehuyen?.

Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora