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Tren al final de la noche

llévame lejos de aquí,

llevo prendido en la cara

el color de su carmín.

Esa mujer de que te hablo

saca lo peor de mí,

en sus manos sólo soy

una bestia sin redil.

Ella sabe provocar

con su forma de fingir,

los más oscuros secretos,

los mundos que no viví.

Sé que nunca la he querido,

ni el cómo la conocí

ni tan siquiera recuerdo,

de algún modo estaba allí,

con su escote hasta el ombligo,

con sus dos piernas sin fin,

su sempiterno cigarro

y sus labios sin abrir.

Nos bastó tan sólo un guiño,

fue todo lo que le di,

y desde entonces la busco

cuando la vida está gris,

y ella siempre me recibe

en su casa con batín.

Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora