Te miro y tú lo sabes
aunque mis labios se callen,
aunque no diga palabra
ni me acompañe nadie.
Es una sabiduría
que otros conocieron antes,
que se propaga en el mundo
desde que existen amantes.
No sé si fue tu sonrisa,
o tu forma de mirarme,
lo que sé es como me duele
cuando te siento alejarte.
Tus dos ojos son el sol
que ilumina mi desastre,
y tu cuerpo es el lugar
al que me empuja mi carne.
No sé que me ha de esperar,
pero siento un mar de sangre,
una fatiga de siglos,
sin ver nada que lo calme.
Sólo tú con tu presencia,
sólo el roce de tu talle,
me devuelve a aquellos días
de la niñez adorable,
y saca de mi persona
los rincones más amables.
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Versos de otros tiempos
PoesíaEstos poemas nacieron durante mi estancia en Madrid de unos siete años, por motivos de trabajo, tratan de cosas que pasaron, de otras que pudieron pasar y de algunas que imaginé.