LXV

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Dame besos en la boca

hasta secar mi garganta,

estréchame entre tu cuerpo

hasta convertirme en nada.

Yo he nacido para ser

simiente de tus entrañas,

soplo de vida que viene

y al infinito se escapa.

Tú eres vasija, mujer,

de un agua que se derrama,

y aquél que bebe una vez

ya no conoce la calma.

Sólo busco tu cintura,

el eco de tus palabras,

los rincones de tu carne

que sus misterios desgranan.

No volverán esos días

en que yo me sentí nada,

tú me llevas a los mundos

que tras los tiempos se guardan,

tú me llevas a lugares

donde mi vida no alcanza.

En tu vientre está la vida,

la dicha que no se acaba,

déjame yacer contigo

hasta llegar la mañana.


Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora