No te prometí la luna,
ni te hablé de maravillas,
sólo te conté que soy
en el mundo una semilla.
Tengo una carga de siglos,
testigo de tantas vidas,
vengo desde el primer hombre
buscando una dulce orilla,
un lugar donde se pasen
lentos y largos los días,
un lugar donde olvidar
que la muerte se aproxima,
que la belleza que adoro
ha de tornarse cenizas,
que vivimos condenados
desde la primera herida.
Y es que sólo tú, mujer,
haces que olvide la cita,
la que concerté al nacer
cuando yo no lo sabía,
sólo tu cuerpo me salva,
en medio de la agonía,
de los pensamientos grises
que llegan al mediodía,
y no hay más eternidad
que tu sangre con la mía.
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Versos de otros tiempos
PoesíaEstos poemas nacieron durante mi estancia en Madrid de unos siete años, por motivos de trabajo, tratan de cosas que pasaron, de otras que pudieron pasar y de algunas que imaginé.