CLXXXVII

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Ya nadie muere de amor,

no queda tiempo en la vida,

vivimos con frenesí

prisioneros de las prisas.

El ser humano no para

de sangrar viejas heridas,

pero le quita importancia

ocupado en su rutina,

si se parara a pensar

que quizás tras este día,

que se nos marcha fugaz,

ningún otro le seguía,

si tuviera dos minutos,

para pensar en la chica,

que le dio su corazón

a cambio de una sonrisa.

Y así vamos caminando,

del trabajo a la cantina,

y nos sentimos felices

sin entender que la dicha

precisa de pocas cosas,

que son tiempos y rutinas.

Basta decir:"¿ cómo estas?",

al vecino de la esquina,

o tratar de descifrar

esos ojos que nos miran.

Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora