CXXXIV

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Dulces tardes de domingo

al arrullo de tus besos

en la vieja discoteca

de nuestros tiempos primeros.

Éramos sólo dos niños

con terror a los espejos,

persiguiendo la quimera

del viejo y eterno juego.

Tú con tus medias de seda,

yo con aquel traje nuevo,

buscábamos las palabras

con que llegar a querernos.

Así se nos fue la edad

de los más dorados sueños,

antes de ser absorbidos

por este mundo imperfecto.

Ya no te busco en lo oscuro

como en los pasados tiempos,

te has convertido en la luz

que ilumina mis momentos,

en tu cuerpo de mujer

he perseguido mi cielo,

pero a veces miro atrás,

a tardes que se perdieron,

y me pregunto si somos

felices o nos lo hacemos.

Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora