LVIII

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Dulce niña de otras tierras,

amo tu carne morena,

tus ojos de terciopelo

y tu sonrisa sincera.

Hablan por tu dulce boca

alientos de primavera,

el frescor de la mañana

y personas extranjeras.

Me basta con tu mirada

para evaporar las penas,

el resplandor de tus ojos

parece la luna llena.

Sólo quisiera un momento,

una cenita con velas,

para abrir mi corazón

en tu bendita presencia.

Lo que yo siento por ti

no cabe en una sentencia,

es casi veneración

por una diosa morena.

Si pudiera descifrar,

con mi bendita inocencia,

las claves de tu sentir,

ese secreto que encierras,

dejaría de vagar

en este mar de tinieblas.


Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora