CXXV

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Tus cartas en un cajón,

tantas veces releídas,

con ellas vuelvo a vivir

los tiempos en que escribías,

cuando tus dulces caricias

daban sentido a mi vida,

y al arrullo de tus besos

viejos pesares huían,

esa pena de saberme

pasto para las hormigas,

esa tristeza de muerte

que a deshora me visita.

En tu cuerpo de sirena

todo mi temor perdía,

porque morir en tus brazos

de todo me protegía.

Remiro tus viejas cartas,

algunas tan amarillas,

y siento una inmensa pena,

como si la vieja herida

que yo pensaba cerrada

surgiera de sus cenizas,

no sé por qué no las tiro,

será que en ellas habita

aquel muchacho que fui

en esa hora fugitiva.

Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora