LIX

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La conocí en los ochenta,

en la vieja discoteca,

con cara de niña buena

y postura de princesa.

Pasaron algunos años

sin que yo volviera a verla,

una tarde en los noventa,

volví a tropezar con ella.

Sus ropas de cuero negro,

en su cabeza una cresta,

ya no la quedaba nada

de su inocencia primera.

Con un compañero ausente

apuraba una cerveza,

y jugaba, sin pensar,

con drogas sobre la mesa.

Así la vi muchos días,

abrazando sus quimeras,

hasta que volvió a marcharse

hacia misteriosas tierras.

Una tarde por Madrid,

junto a gente licenciosa,

la vi ofreciendo su cuerpo,

el cual, ya no era gran cosa,

y pensé que el ser humano

fabrica su propia losa.


Versos de otros tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora