El comienzo de una nueva amistad

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Amanda contestó la llamada con su pésima costumbre de no mirar el número en la pantalla, no lo necesitaba, sabía perfecto quién era. Con un seguro tono de voz le pidió una vez más a Gabriel que no le molestara más. Ya había tomado su decisión.

-Perdón.... Martina ¿verdad? –dijo cerrando el teléfono y apretándolo fuerte en la mano.
-Sí, no te preocupes, si es importante contesta. Por mí no hay problema. -Observó ella.

Sin que Martina pudiera decirle más el nudo en la garganta que la tenía intranquila estalló derramando millones de lágrimas por sus grandes ojos. Sentía correr el rímel negro por sus mejillas, de nuevo se limpió con su sudadera.

-No, ya no es importante. -Su voz cortada expresaba todo su dolor. -Lo fue y mucho... pero hoy ya no.
-Tengo tiempo. - Martina miró su reloj. -Si quieres desahogarte con gusto puedo ayudarte, yo sé lo que se siente estar sola sin que nadie pueda aconsejarte. Sé que no nos conocemos, pero hay algo en ti que me dice que eres una persona auténtica y que hoy me necesitas más que nunca, quien sabe y algún día tú y yo podamos llegar a ser muy buenas amigas.
-En verdad muchas gracias, siento que el mundo se me viene encima y no sé qué hacer -Tomó su mano.

Se sentaron a platicar y así palabra a palabra Amanda le contó cómo lo conoció, cómo el amor de su infancia se volvió el tormento que hoy en día cada mañana le llevaba a deprimirse. Cómo su vida cambió con sus planes a futuro, cómo ambos soñaban con una vida juntos, una familia, hijos, una vida resulta que hoy se desmoronaba con el viento.

-Y ¿por qué si eran tan felices todo terminó? - Martina le preguntó sin titubear.
-Porque él en verdad nunca me quiso, yo era "su peor es nada".
-¡Sécate esas lágrimas ya! ¡Gabriel no se merece tu amor! - Martina se puso de pie- ¡Ya sé que vamos a hacer!

Martina sacó su celular y buscó una foto mientras Amanda no dejaba de verla, preguntándose constantemente quién era, por qué ya la conocía.

-Mira, ésta es una playa muy hermosa, a mí y a mis amigos nos gusta ir a relajarnos y olvidarnos del mundo, es una playa privada, -le dijo mostrándole la foto- dime dónde vives y mañana paso por ti.
-No –contestó Amanda dudando.
-¿No quieres que te ayude? -preguntó Anna.
-No, no es eso. -Fue la respuesta.- Es sólo que no tengo dinero, mis papás no me han depositado.
-Olvida el dinero, no lo vas a necesitar.
-¿Y si llueve, y si no quepo con ustedes?
-¿A que le temes? -preguntó Martina riendo, sabía perfecto cuál era su miedo- ¿A qué te vayamos a secuestrar y repartir tus órganos en el mercado negro?
-Entiéndeme. -Amanda tímidamente se disculpó. - En México si haces eso... seguro te violan, si no es que te matan.
-En Italia no es así. -Tomó su hombro.- Aunque no lo creas, aun existimos gente buena. Tú confía en mí, ¿quieres?
-Está bien -respondió aun dudando.
-Vamos a ser muy buenas amigas, mañana paso por ti a ésta hora.

Y deseando no equivocarse, Amanda escribió sus datos en un papel arrancado de su diario con su letra temblorosa y confiando se los dio a su nueva amiga.





Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora