Ese no es mi único problema

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            Cenaron una exquisita pizza con papas, especialidad de Ignazio con pocos recursos y mucha prisa. La mesa redonda ya estaba repleta de dulces y botana, acompañada con un buen vino tinto, lo cual Ignazio no podía perdonar, y del inusual tequila de Amanda. Desde que llegó a esa casa no podía faltar.
-¿Qué vamos a hacer para Navidad? –Preguntó Piero.
-No lo sé, la casa es demasiado pequeña para todos. –Ignazio tomó con la mano un puñado de papas fritas.
-¿Cuántos somos?
-Pues tú, yo, Amanda, María, Francis, Ninna, Martina y Gianluca.
-Somos ocho, ¡sí cabemos! Apretados pero cabemos. ¡Ah! y creo que viene Chiara, de eso no estoy seguro.
-Por mi no se preocupen, -interumpió Amanda-, yo regreso a casa.
-¿Te vas para México? –Ignazio no quería.
-Sí, en mi casa Navidad es familiar, no los he visto en meses y quiero estar en casa.
-¡No! Nooooooo.... ¡Anda, quédate! Es la primer Navidad que pasamos todos juntos. –Piero le imploraba.
-¡Porfa! ¿Sí?
Ignazio volteó a verla, sus grandes y bellos ojos le suplicaban quedarse. Alargó su brazo tomando su mano. Su calor le produjo descargas de exquisita sensación.
-Por favor. –Suplicó en susurros.
-¿Y mi familia?
Ignzio entrelazó sus dedos en los de Amanda, con la otra mano, debajo de la mesa buscó su rodilla a tientas y la apretó cariñosamente, aquello la encendió.
-Será la primera Navidad que pasamos juntos.
Amanda volteó a ver a Piero, este sólo bajó la mirada enarcando las cejas y levantando los labios en forma de beso. Piero la sacó de tus pensamientos. Al reaccionar palpitó su corazón como cuando te cachan en una mentira o simplemente cuando te descubren en una jugada.
-Sólo por ti. –Le dijo a Ignazio.
Habló sin pensar. Dijo estas palabras al aire, desde el fondo de su corazón.
-¡Gracias bonita! –Él le sonrió una vez más.
Ignazio tomó su mano y llevándosela a los labios la besó sin quitare la mirada de encima. Su punto débil, Ignazio empezaba a encontrar varios y poco a poco jugaba con ellos llevándola a caer rendida a sus pies. Se agachó, agarró su mentón y besó su frente. Otro punto débil. Se dirigió al baño. Piero exhaló un suspiró y la miró de nuevo.
-Lo quieres mucho. –Aprovechó a decir cuando Ignazio no se encontraba presente.
-¿Mande? ah, si. Algo.
-No estoy preguntando, -Piero se reía-, estoy afirmando.
-No sé que decir.
-Él también te quiere.
-Lo sé y me asusta.
-¿Por qué? ¿Por Francis? –Amanda guardó silencio.

¿Qué pensaría Piero de ella? Que era una zorra, eso estaba seguro. Amanda no sabía ni que pensar, mucho menos que decir. Por un lado Piero defendería a Francis, era su hermano, la mandaría al diablo y todo terminaría mal. Culpable. El letrero rojo parpadeante se iluminaba en la frente de Amanda haciéndola ver como la peor de todas.

-Francis es mi hermano, es mi sangre, es mi confidente y lo amo. Es mi familia, con quien crecí y me criaron. Lo conozco. Ignazio es mi carnal, mi mejor amigo, mi mano derecha, mi compañero, hermano. Ignazio es con quien he vivido, aprendido, peleado y alegrado. No puedo decidirme entre los dos, son mi vida, mis mosqueteros, también Gianluca. No sé si me entiendas. Yo sé que no quieres a Francis, pretendiste hacerlo más jamás aprendiste, y no te culpo. No puedes obligar al amor. Decídete por uno. Si vas a terminar hazlo con Fran, creeme Francis lo entenderá. La vida es así, a veces da, a veces quita. Entonces vívela. No te aferres a lo que fue o a lo que jamás podrá ser.
-¿No vas a juzgarme?
-No. No puedo y tampoco quiero.
-Gracias Piero.
Amanda habías juzgado muy mal a Piero. Él simplemente era él. Un chico que trataba de ser feliz y disfrutar cada día como si fuera el último. Piero era muy listo y ayudaba a cualquiera sin pedir nada a cambio. Estaba en su naturaleza.
-Ignazio no es mi único problema. Soy la peor de las zorras.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora