Miradas divertidas

181 15 3
                                    

            -Nooooooooooooooo ¡Bájame! –Amanda le gritaba divertida. Ignazio la sostenía al hombro, iba de cabeza con el trasero hacia arriba. Ignazio con la mayor de las facilidades y con solo un brazo la cargaba.
-Perdiste. Te atrapé, me toca elegir el juego.
-Tramposo. Me agarraste desprevenida.
-Que te hayas embobado viéndome no es mi culpa.
-Claro que sí. Es tu culpa por gustarme tanto.
Ignazio se detuvo de inmediato, la bajó para después cargarla con ambos brazos, dio un par de pasos para atrás y se sentó en una banca sentándola en sus piernas.
-Repite lo que me dijiste. –Le habló Ignazio con dulzura. Amanda levantó una ceja. Le sonrió.
-Que me gustas en exceso.
-Quiero oírlo de nuevo.
-Que me encantas. –Dijo ella entre sonrojos.
-Otra vez.

-Que te quiero.
-Una más.
-Que estoy enamorada de ti. –Lo besó en la frente.
-Lo sabía. –Ignazio la besó.

La gente los miraba. Eran un par de extraños enamorados, besándose en una feria italiana y hablando en español. Nada más cómico.
-Es extraño, quiero que pasen ocho meses volando pero no quiero que sea mañana.
-Deja de pensar en el tiempo. –le explicó él con determinación. -Llegará cuando tenga que llegar.
-No me queda otro consuelo.
-Gorda, no empieces. Por favor. Sólo bésame.
Tardó mucho en pedirlo. Amanda empezó besando su frente, le quitó los lentes de sol para besar sus ojos, pasó por la nariz y se detuvo a pocos milímetros de su boca. La besó. Beso tras beso rozaron sus labios, marcando cada uno con una pauta para poder respirar.
-¡Vamos! Si por mí fuera estaría horas aquí sentado besándote, pero venimos a divertirnos.
-A donde quieras.
-Vente, vamos a... -se puso a pensar.- ¿Te gustan los juegos fuertes?
-Mmmmmmmmmmmmmmm sí. ¡Las traes! ¡A que no me atrapas!
Amanda se echó a correr a toda velocidad esquivando a las personas para que Ignazio no la alcanzara. Realmente era rápida, Ignazio tardó bastante tiempo para alcanzarla. Cuando lo hizo la agarró por detrás y agarrándola por la cintura le empezó a hacer cosquillas, ella se retorció en el suelo. Era feliz. Más que feliz. Amaba a ese hombre. La gente los miraba divertidos. Ella levantó la mirada y quitando a Ignazio comenzó a correr de nuevo hasta llegar a un puesto de peluches, para conseguir uno la persona tenía que arrojar un balón de futbol americano y darle al blanco, dependiendo la puntuación era el regalo.
-¿Qué, quieres uno? –le preguntó Ignazio jadeante después de haber corrido.
-Sí. Ese. –Dijo ésta señalando un oso gigante.
-A ver, dame permiso...
-No ¡qué te pasa! Yo puedo solita. -Ignazio la miró divertido levantando ambas cejas.
-¿Ah sí?
-Mira.
Y con la mayor de las facilidades Amanda agarró el ovoide, dio un par de pasos para atrás y con fuerza y destreza lanzó el balón. Puntuación perfecta.
-¡Felicidades señorita! Elija su premio.
-Ese por favor. El más grande. –Amanda se giró hacia Ignazio. -Ten guapo, nuestro primer hijo. -Ignazio solo se rio. Abrazó el gran peluche y la besó.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora