Sólo una es lo que pido

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            Después de dos horas de convivir, Ignazio le dio un breve recorrido por la casa: no había mucho que aprender, sólo localizar el baño, la cocina y aquel balcón que contaría mil y un historias, aquel donde saldría a leer, fumar y llorar.

Estando ya en su habitación se instaló, con el sonido del televisor en el canal de música y los gritos de sus pensamientos queriendo callar el llanto de su corazón, la maleta abierta, la ropa a medio colgar y los zapatos regados en el suelo. Sentada en la cama le daba la espalda a la puerta, la cual claramente escuchó al abrirse.

-Mi niña -Ignazio suspiró. -¿Es por Gianluca, verdad?
-No tiene porque... –Negó tajante.
-Gianluca no es quien tú crees.
-Gracias, pero de eso ya me di cuenta.

Ignazio caminó hacia ella descalzo, solo traía puestos los boxers y una playera blanca, se hincó y besando sus manos te dijo:
-Regálame una de tus sonrisas, sólo una es lo que pido...

Él le sonrió. Una necesidad de tenerlo, de ser parte de él surgió en Amanda, como un huracán implacable. Le devolvió esperanzada la sonrisa. Cual si fuera magia entre Ignazio y ella se creó una conexión más fuerte que cualquier sentimiento, más fuerte incluso que el amor.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora