Corazón rojo

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-Amanda, ¿por qué no estás en México?
-Sabía que tarde o temprano me lo ibas a preguntar.
-¿Eso es un 'no te voy a contestar'? -Preguntó Ignazio irónicamente.
-No, eso es un 'cállate' porque ahora me haces sentir culpable y obligada a contarte.
-No, no, tampoco. Simplemente quería saber un poco más de ti.

Amanda se levantó de la cama, volteó a ver a Ignazio quien seguía recostado y viendo al techo, ella se volvió a sentar y dándole la espalda dijo:
-Es momento de volver a hablar, por favor quédate como estás, no quiero que me veas a la cara, para mí es algo muy difícil. No comentes nada, sólo cállate y escucha.
Ignazio suspiró.
-Yo tenía 21 años cuando lo conocí, era el primer semestre de la universidad y desde que nos vimos fue amor... él ¡bah!, él se llama Gabriel y digamos que fue mi primer amor. Crecimos juntos, aprendimos juntos, siempre él y yo. Sus padres me adoraban, los míos se sentían plenos, habían hecho todo por mí y yo había hecho una buena elección, era una mujer hecha y derecha. Cuando terminamos la carrera, Gabriel me propuso matrimonio, sin pensar acepté sin saber el gran error que estaba cometiendo. –Amanda comenzó a temblar, el nudo en la garganta se hizo insoportable y sin poder contener el llanto, cubrió su cara con ambas manos continuando la historia. Mientras tanto Ignazio no sabía qué hacer, moría por abrazarla, por protegerla, pero habían hecho un trato y tenía que respetarlo. –Todo iba bien, las cosas iban fluyendo pero yo no sabía que iba a pasar, él de la noche a la mañana empezó a tener dinero, mucho dinero, cuando se puso a trabajar nos separamos, yo me metí a un curso de fotografía, nos veíamos cada que podíamos pero él tenía un humor de perros, cada día más insoportable, más neurótico. Una noche yo estaba en casa, estaba sola y le hablé para verlo, él llegó alcoholizado y se metió al baño, cuando salió lo noté raro y ahí fue cuando caí en la realidad, inhalaba cocaína. Lo noté por el polvo blanco de su nariz, esa noche me dio asco, no quise ni tocarlo, pero... pero a él no le importó. A golpes abusó de mí. ¡Me violó!

Amanda recogió sus piernas y las abrazó con ambas manos balanceándose. Ignazio estaba paralizado, no sabía qué hacer.

-Por más fuerte que grité nadie fue a socorrerme. -Continuó llorando.- Días después me rogó y me imploró perdón. Yo lo perdoné por estúpida y por amor. El día que me juró que iba a cambiar, nos fuimos a hacer un tatuaje, un corazón rojo en la pelvis, para jurarnos amor eterno. Gabriel regresó a ser el mismo del que me enamoré, yo para ese entonces tenía cuatro meses de embarazo y no sabía nada. Una noche cualquiera Gabriel tocó a mi puerta, lo hice pasar y en su desesperación por drogarse me golpeó hasta desangrarme. Perdí a mi bebé, incluso yo también pude perder la vida. Días después me desperté del coma, Gabriel no paraba de buscarme, mis padres cansados me mandaron lejos, por seguridad. Llevo casi ocho meses lejos de casa. Es momento de regresar.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora