La luna

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            Lentamente Amanda abrió la puerta, escuchó el tamboreo de su corazón como música de fondo. La habitación aún olía a él. Recorrió cada centímetro de la alcoba memorizando hasta el más mínimo detalle, sus pasos sonaban en medio de la obscuridad, Amanda se detuvo frente a la cama y agarró una almohada. Un escalofrío recorrió su cuerpo, le erizó la piel. Descalza y desnuda en medio de la habitación la luz de la luna que atravesaba la ventana bañaba su cuerpo. Hundió su cara en la almohada respirando a Gianluca en ella, el olor de sus rizos aún vivía ahí.
"La luna hizo esto
despacio a su manera
logró que se encendiera
mi corazón..."
Inhaló por última vez la almohada, la dejó en su lugar, secó sus lágrimas con el dorso de la mano y se dirigió al baño. Al salir de la habitación de Gianluca vio unos pies frente a ella, levantó la mirada para encontrarse con un par de ojos verdes que la paralizaron.
-¿Qué demonios haces aquí? –Gianluca preguntó asustado.
-¿Qué hago yo? ¿Qué haces tú aquí? –Amanda tenía el corazón acelerado.
-Te recuerdo que es casa de mis padres y puedo venir las veces que yo quiera, en cambio tú no eres nada.
-Sí tu madre no te avisó, ese es tú problema, no me voy a ir de aquí solo porque un niño mimado me haga caras. –Amanda le respondió furiosa. –Sí no me quieres ver, fácil, no regreses, porque te aviso desde ahorita que voy a estar viniendo, trabajo aquí y si no te parece, yo lo siento por ti.
Gianluca se quedó callado, recorrió su cuerpo semidesnudo con la mirada, sonrió y se sonrojó. Amanda cayó en cuenta de la situación: indignada, en paños menores, gritando en su idioma y saliendo de la habitación de Gianluca, llevaba las de perder. Empujó a Gianluca y continuó su camino. Paso firme, cabeza alzada. Azotó la puerta del baño y se recargó en ella. Gianluca tocó a la puerta.
-Amanda, dejaste tus calzones en mi habitación. –Dijo ahogando una pequeña risa.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora